El gobierno de México sacó armas financieras y levantó trincheras para afrontar la crisis que viene de Estados Unidos, vecino al que lo liga una fuerte dependencia comercial como lo muestran los 1.000 millones de dólares diarios de intercambio. Sin embargo, esas medidas no le impedirán salir magullado.
Allende la frontera norte, la difícil situación de sus inmigrantes complica la estrategia oficial. Hay una contracción en las remesas de dinero procedentes de Estados Unidos, que es la segunda fuente de divisas de México luego de las exportaciones petroleras, y se espera que ésta continúe y se ubique en niveles inéditos al finalizar el año.
Observadores estiman también que habrá un retorno masivo de inmigrantes, lo cual presionaría el ya mermado mercado de trabajo mexicano. Pero en este punto no hay consenso.
Con la venia del empresariado y la mayoría de actores políticos, incluso de una parte de la oposición de izquierda que ha sido dura crítica del gobierno, el presidente Felipe Calderón sacó esta semana a escena un programa extraordinario de gasto de 5.300 millones de dólares propios, no ligados a la deuda pública.
Además, para contener la depreciación de la moneda respecto del dólar, de más de 10 por ciento en las últimas dos semanas, puso a jugar en el mercado de divisas parte de sus reservas internacionales ubicadas en un histórica cifra de casi 90.000 millones de dólares.
Con la anunciada expansión del gasto público, se construirá infraestructura pública, desde carreteras y escuelas hasta centros carcelarios, una nueva refinería de petróleo y dará impulso a pequeñas y medianas empresas. Esa estrategia es posible gracias a planes de ahorro, a un fondo de estabilización creado hace más de una década y normas que obligan a un férreo balance en las finanzas públicas.
El objetivo es poner a mover la economía, crear empleos y dejar sentadas inversiones que den réditos futuros. Aun así, las previsiones de crecimiento económico de México van en caída. De 3,5 por ciento calculado inicialmente para este año, ahora se habla de dos por ciento o menos. Para 2009 bajaría hasta 1,3 por ciento o menos.
Las acciones adoptadas por el gobierno de México, que son las correctas y "posibles en el escenario actual", aminorarán los efectos de la crisis internacional, "pero éstos son inevitables sobre todo por la extrema dependencia con la economía de Estados Unidos", dijo a IPS Jorge Mattar, jefe de la oficina local de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La mayoría de las exportaciones e importaciones de México están ligadas a Estados Unidos. Las correas de transmisión de gran parte de la planta productiva y del empleos mexicanos se mueven por el consumo y demanda del vecino país del norte.
Las exportaciones mexicanas a Estados Unidos superan los 272.000 millones de dólares anuales. De ese monto, la venta de manufacturas representa 81 por ciento, el petróleo y minería 16 por ciento, y el resto corresponde a productos agrícolas y otros.
Según declaró el presidente Calderón el jueves por la noche por cadena de radio y televisión, "a diferencia del pasado, cuando la falta de dólares nos llevaba a crisis terribles", hoy México tienen reservas, su servicio de deuda externa está cubierto, las finanzas públicas son sanas y el sector bancario no tiene problemas.
"Todo esto que hemos construido con mucho esfuerzo, poco a poco, nos permite que, a diferencia del pasado cuando no quedaba más remedio que reducir el gasto y pedirle más sacrificios a los mexicanos, ahora el gobierno tenga un margen de maniobra importante para hacerle frente al problema", expresó.
Pero no hay que cantar victoria ni bajar la guardia, recomendó el jefe local de la Cepal. Hasta ahora el efecto de la crisis se mueve en el sistema financiero —divisas, bolsa de valores— "pero luego vendrá al sector real de la economía", advirtió.
En las actuales circunstancias y en plazo inmediato, México no puede hacer mucho más para afrontar la crisis económica internacional, opinó Mattar, para quien está claro que los problemas financieros globales en marcha "no serán de corto plazo".
A este observador le preocupa el impacto adicional que puede tener para la economía de México la contracción en el envío de remesas de dinero de parte de los alrededor de siete millones de inmigrantes mexicanos que residen en Estados Unidos, y que ahora se cuentan entre los más golpeados por la crisis en ese país.
En agosto, estos envíos de dinero bajaron 12,2 por ciento respecto de igual mes de 2007, lo cual fue el descenso más marcado en una década. Se estimada que al finalizar el año la caída podría superar cinco por ciento al comparar con lo recibido en 2007.
Agustín Escobar, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, advierte que, aunque los hogares más pobres de México no concentran la mayor parte de los envíos de dólares, sí dependen en mayor medida que otros estratos sociales.
Ocho por ciento de los hogares pobres dependen casi por completo de las remesas. Con el descenso de envíos, esos hogares tendrán graves problemas, declaró Escobar.
Diversos estudios coinciden en indicar que debido a la crisis en Estados Unidos, buena parte de los inmigrantes mexicanos han perdido sus fuentes de empleo, algunos incluso sus casas, o han sufrido fuertes mermas en sus ingresos y por ende en sus posibilidades de enviar dinero a México.
Mientras en 2006, el ingreso anual promedio de los mexicanos en Estados Unidos era de 34.656 dólares, en 2007 esa cifra bajó a 33.000, indica un estudio difundido a comienzos de mes por el Pew Hispanic Center de ese país.
Mientras, Carlos Villanueva, presidente del no gubernamental Asociación Mundial de Mexicanos en el Exterior, vaticina un masivo y repentino regreso de mexicanos residentes hoy en el exterior, algo que de concretarse afectará el ya reducido mercado local del empleo.
Pero otros opinan distinto. "No creo que haya un retorno masivo, los inmigrantes por más golpeados que estén ahora no renunciarán a lo que tanto les ha costado y peor si el escenario en México tampoco es el mejor", dijo a IPS Diego Lorente, director del no gubernamental organización Sin Fronteras, que trabaja a favor de los derechos humanos de los inmigrantes.
"Veo muy difícil que regresen en masa o de forma súbita. Si eso se diera, la posibilidad de una estallido social en México sería alta", advirtió Lorente.
Para Mattar, resulta aventurado prever en estos momentos un regreso importante de inmigrantes, igual que poner plazos o definir escenarios futuros relativos a la crisis.
Lo claro es que bajarán las remesas, pero, aunque este rubro es importante, en "México sólo mueven tres por ciento del consumo global", expresó.
El Banco Interamericano de Desarrollo sostiene en uno de sus últimos informes que, "en países como México, las remesas constituyen una herramienta clave en la reducción de la pobreza, dado que más de 57 por ciento del dinero recibido es empleado para cubrir necesidades cotidianas como alimentos, ropa y techo".
Villanueva entiende que la economía mexicana se verá en aprieto, pues, desde su punto de vista, antes de finalizar el año regresarán a México unos 600.000 inmigrantes. En unos dos años, el retorno será de más de un millón, opinó.
En Estados Unidos viven más de 12 millones de inmigrantes latinoamericanos sin los documentos requeridos para residir, la gran mayoría mexicanos.
Según el estatal Consejo Nacional de Población, la cantidad de mexicanos residentes en Estados Unidos creció 5,9 por ciento el año pasado, respecto de 2006.
Este organismo indica que 679.611 mexicanos se establecieron en Estados Unidos el año pasado.
La salida de mexicanos a Estados Unidos es una válvula de escape a la presión por el empleo local. La tasas de desocupación en México en septiembre, el último dato disponible, se ubicó en 4,15 por ciento.
Se calcula que México necesita generar más de un millón de empleos anuales, pero este año no superarán los 650.000 y en 2007 se quedó en 756.000, indican estimaciones oficiales.
